San Francisco de Paula, originario de Calabria, fundó la orden de los Mínimos a finales del siglo XV. Se produjeron muchos milagros gracias a su oración, sobre todo curaciones, y su fama se extendió poco a poco, hasta llegar a la Corte francesa del rey Luis XI. Este vivía atormentado los últimos años de vida y, como temía la muerte más que cualquier otra cosa, lo mandó llamar a la Corte para que le curase. Cuando el Papa transmitió la solicitud del rey, San Francisco de Paula dejó su Calabria natal para dirigirse a Francia, a la corte real.

Una vez allí, San Francisco de Paula acompañó a Luis XI durante sus últimos meses de vida, entablando amistad con él. Así, lo ayudó a morir en paz consigo mismo, con su familia y con Dios. A continuación, permaneció en la Corte de Francia durante muchos años, convirtiéndose en consejero de su hijo Carlos VIII, que entonces ocupaba el trono. En agradecimiento de la ayuda que había brindado a su padre, este ofreció a los Mínimos el monte Pincio. Nace así la Trinità dei Monti, convento real francés.

La orden de los Mínimos es la orden religiosa fundada en Italia por San Francisco de Paula. Se hacen llamar Mínimos porque desean ser aún más pequeños que los frailes menores (por ejemplo, los Franciscanos o los Dominicos). Así, a los tres votos monásticos tradicionales (pobreza, castidad y obediencia), añaden el voto de vida cuaresmal, esto es, un régimen constante de esfuerzo dietético y privaciones. Los Mínimos llevan a la cintura un cordón con cuatro nudos, testimonio de sus cuatro votos, como se puede ver en el cuadro. El lema de la orden es Caritas (Caridad). Según cuenta la tradición, el Arcángel San Miguel comunicó este lema a San Francisco de Paula. Se puede encontrar en distintos puntos de la iglesia. En esta capilla, se asocia con las flores de lis del reino de Francia, que atestiguan la relación privilegiada entre San Francisco de Paula y la Corona francesa.

Originalmente, en este lugar había un retablo atribuido a Fabrice Chiari, que fue sustituido por el famoso cuadro de La entrega de las llaves a San Pedro, pintado por Ingres entre 1817 y 1820. Este cuadro llamó rápidamente la atención e hizo crecer la fama del artista. Cuando Ingres abandonó Italia, se llevó consigo la pintura, dejando la capilla sin obra principal. En la actualidad, el original se encuentra en el Museo Ingres de Montauban, mientras que el convento se conforma con una copia, realizada por J. G. Murat en 1841, instalada a la izquierda del coro.

En el siglo XIX, las Damas del Sagrado Corazón decidieron redecorar la Iglesia, especialmente con pinturas alusivas a la orden fundadora del convento: los Mínimos. Así, una de las Damas del Sagrado Corazón pintó el cuadro delante del cual nos encontramos, que representa a San Francisco de Paula con sus atributos tradicionales: un sayal con capucha, un gran bastón, un cordón con cuatro nudos y el lema «Caritas». Se dice que este cuadro fue pintado sobre los tablones de madera que servían de lecho al santo.