Capilla del Descendimiento de la Cruz

Nos encontramos ante la obra maestra de Daniele da Volterra, el Descendimiento de la Cruz, pintado en 1545 y que, durante mucho tiempo, fue el mayor prestigio de esta iglesia. Volterra, amigo y estrecho colaborador de Miguel Ángel, fue un pintor florentino que nació en 1509 y falleció en 1566. Aunque fue célebre durante mucho tiempo por la belleza de sus obras, en la actualidad se le conoce principalmente por haber vestido los desnudos de la Capilla Sixtina.

  • center_focus_weakContexto de la escena

    El episodio del Descendimiento de la Cruz tuvo lugar justo después de la crucifixión y muerte de Jesús. Jesús había sido condenado a muerte por Poncio Pilato, prefecto de Judea, y tuvo que cargar con su cruz hasta la cima del monte Gólgota, donde fue crucificado. La noche de la crucifixión, José de Arimatea, un notable judío, pidió permiso para retirar el cuerpo de Jesús de la cruz. Con el fin de verificar que estaba realmente muerto, un centurión romano le atravesó el costado derecho con su lanza, y de la herida manó agua y sangre. Entonces, lo bajaron y lo envolvieron en un sudario antes de depositarlo en la tumba.
    En las distintas representaciones del descendimiento de la cruz, siempre encontramos las tres figuras siguientes: María, José de Arimatea y Nicodemo, uno de los primeros discípulos de Jesús. También suele estar presente el apóstol Juan, a veces María Magdalena, y a menudo los artistas añaden otras figuras.

  • assignmentDescripción de la obra

    Durante varios siglos, esta iglesia debió su reputación a la obra Descendimiento de la Cruz. Como pintura renacentista, refleja perfectamente algunos de los principios de este periodo artístico, como la construcción espacial de la obra a través de líneas de fuerza y la importancia de la perspectiva, que aporta al lienzo una auténtica profundidad. De esta manera, más allá de las líneas verticales y horizontales que estructuran el marco, es precisamente el centro de la pintura –el pie de Cristo-, el elemento que, durante mucho tiempo, más admiraron y quisieron copiar distintos artistas. Este pie crea, a la perfección y con gran sutileza, la profundidad espacial de la escena con un escorzo muy preciso. De manera asombrosa, toda la acción se desarrolla alrededor de este pie.

    Otro aspecto importante de esta obra es la interpretación que el pintor hace del relato. En esta doble escena, Volterra pone de relieve tanto la Pasión de Cristo -con su cuerpo inerte-, como la compasión de su madre, la Virgen María, desfallecida y marcada por el sentimiento insoportable de perder a su hijo. Las dos figuras, a pesar de la agitación que existe en torno a ellas, están íntimamente ligadas y unidas, tanto por su postura abandonada (y una mano que no se ve en cada una), como por su alejamiento de lo que las rodea. El pintor reinterpreta así esta escena, de un modo bastante original, ya que más allá de la Pasión de Cristo, destaca la compasión que une a Madre e Hijo. De esta manera, quizá nos impulsa a participar más en la muerte de Jesús, a ponernos a los pies de la cruz.

    Existe en esta obra otro detalle que inspiró a muchos artistas: el grupo de mujeres que llora en torno a María. Muchos han visto en la representación de estas tres figuras la acertada expresión de las distintas etapas de la tristeza: el sufrimiento que hace brotar las lágrimas, la ira y la indignación y, por último, la resignación, con la esperanza de fondo (de derecha a izquierda).

    La increíble riqueza de esta escena, tanto en términos de color como de movimiento, y la agitación que transmite, refleja la verdadera habilidad de Volterra y su fuerte influencia manierista, visible también en la abundancia de gestos y expresiones.

  • tag_facesConoce al soldado converso

    Fijémonos por un momento en una figura central de esta obra: el centinela que permanecía al pie de la cruz del condenado para asegurarse de que la ejecución se llevaba a cabo correctamente. Cuando Jesús exhala su último aliento, él reconoce públicamente: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios». El soldado, que no conocía a Jesús, ve cómo su vida cambia en el preciso momento en que Cristo muere. Este personaje, inicialmente secundario, ocupa aquí un puesto de especial relevancia: es él quien soporta principalmente el peso del cuerpo del crucificado. Con un gesto auténtico de protección y reverencia, lo toma en sus brazos. De este modo, mantiene el cuerpo en una posición casi vertical. Esta postura es un signo de la fe cristiana en la resurrección de los muertos: la muerte no es el final. Además, su mirada dirigida al cielo y el amplio movimiento de sus ropajes dejan ya entrever que se encuentra guiado e iluminado por el Espíritu de Dios.

  • live_help¿Qué es el manierismo?

    El manierismo es un movimiento artístico que se desarrolló en toda Europa entre 1520 (en torno al saqueo de Roma) hasta inicios del siglo XVII. Su nombre procede de la expresión bella manieraLa obra de arte pasa a ser fruto del talento particular y original del artista, y ya no tanto una estricta representación de la naturaleza. Este movimiento surgió tras el Renacimiento, marcado por la perfección en las relaciones de tamaño, perspectiva e incluso color, con el fin de alcanzar la armonía más completa. En el manierismo, por el contrario, los artistas rechazan a menudo estas precisiones científicas para acentuar el lado emocional y dramático de las escenas (de este modo, por ejemplo, no dudan en añadir músculos que no existen en el cuerpo humano para mostrar más cantidad y una mayor abundancia de movimientos). Las figuras adquieren un aspecto serpenteante y los cuerpos se contorsionan. Revisten especial importancia las cortinas, que suelen ocupar mucho espacio y acompañan, si no crean, el movimiento de la obra.

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Meditación

Esta representación de Jesús nos muestra a un Dios capaz de compartir nuestro sufrimiento. Toda persona, creyente o no, experimenta sentimientos de sufrimiento e injusticia. Jesús vino para afrontar todo este sufrimiento; al resucitar, venció al mal y a la muerte. Precisamente por haberlo padecido, está cerca de nosotros cuando sufrimos.

 

Seamos creyentes o no, podemos por tanto depositar en Jesús todo lo que nos pesa, todo lo que nos hace sufrir, todos nuestros miedos.

 

Delante de este cuadro, si quiero, en el secreto de mi corazón, puedo poner algo que me gustaría «dar» a Jesús.

 

  • library_booksLire ce passage dans la Bible

    La Biblia relata este episodio del siguiente modo:

    Era la hora tercia (esto es, las nueve de la mañana) cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: «El rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.

    Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo: «Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo, bajando de la cruz». De igual modo, también los sumos sacerdotes comentaban entre ellos, burlándose: «A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos». También los otros crucificados lo insultaban.

    Al llegar la hora sexta (es decir, a mediodía) toda la región quedó en tinieblas hasta la hora nona. Y a la hora nona, Jesús clamó con voz potente: «Eloí, Eloí, lemá sabaqtaní», (que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?».) Algunos de los presentes, al oírlo, decían: «Mira, llama a Elías». Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba a beber diciendo: «Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo». Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.

    El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios». Había también unas mujeres que miraban desde lejos; entre ellas María la Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de Joset, y Salomé, las cuales, cuando estaba en Galilea, lo seguían y servían; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.

    Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro noble del Sanedrín, que también aguardaba el Reino de Dios; se presentó decidido ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al centurión, le preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto. Informado por el centurión, concedió el cadáver a José. Este compró una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro, excavado en una roca, y rodó una piedra a la entrada del sepulcro. María Magdalena y María, la madre de Joset, observaban dónde lo ponían.

    (Evangelio de Marcos 15, 25-47).